Ateo
Carlos Ann

He leído por ahí que el alcohol come neuronas,
borra los recuerdos que un día nos hicieron muy felices.
Llevo más de cinco años en el infierno, cada noche me abandono
intentando olvidar.
Bebiendo entre extraños
las olas pasan rápido.
Esta historia me la conto un hombre sin nombre
sentados en la barra de un olvidadizo bar.
Vivía solo con un perro bautizado Ateo.
La sombra incondicional que nos recuerda lo esencial.
Eres lo que eres
y eres lo que puedes.
Necesito la bebida como una sirena el salitre,
puedo asegurar que la muerte es un espejismo
y me rio de la suerte y maldigo mi destino.
He derribado uno a uno los pilares del miedo.
Nos despedimos con un guiño,
desafiamos a la gravedad.
A los pocos días me llamo un amigo,
me conto que el lamento había desaparecido,
no habrá ni una esquela para el hombre desconocido.
He adoptado Ateo, ahora vive conmigo
y se pasa las horas contemplando el techo.
Mi casa también tiene vigas pero están carcomidas.
Creo que tiene miedo de repetir el pasado
- anda ve a buscar la correa que nos vamos de paseo,
anda ve a buscar la correa que nos vamos de paseo. -